El bullicio de Nueva York no pareció perturbar el ánimo resuelto
del visitante. Frente amplia y huidiza, quijada enorme, nuca arrugada en cuatro
pliegues. Sonrió enseñando los dientes ante el saludo respetuoso del maletero. Luego
entro a una limousine y se alejó del aeropuerto rumbo a su destino.
Horas después el cardenal Agustín Bea, Presidente
del Secretariado para la Unión de los Cristianos, entraba en el suntuoso Hotel Waldorf –Astoria
donde ocurren las cosas más diversas el Presidente de la República ofrece una
conferencia de prensa, la comunidad judía expulsa a Henry Kissinger o alguna
luminaria del cine monta su show personal, ya sea escándalo o suicidio. En este
caso el Cardenal Bea, judío de apellido
Behar, parecía sentirse muy cómodo. Estaba
en la ciudad talmúdica por excelencia para conversar con los dirigentes de *la Logia
masónica B´nai B´rith, o Hijos de Cavenant, de la rama Mizraim o exclusivamente
hebrea, con 400,000 miembros distribuidos en 330 Logias en Norteamérica y unas
80 en el resto del mundo, cuyo instrumento es el famoso Congreso Mundial Judío.
Allí lo esperaba de pie, sobre la gruesa
alfombra de una suite, Label A.Katz, considerado el enemigo número uno del cristianismo.
Vino, queso, miel………………..
Por un momento ambos personajes se midieron
con escrutadora mirada. Estaban frente a frente el poderoso representante de la
Santa Sede y el Gran Maestre de la Orden, Soberano Gran inspector de la Masonería
Mundial. Pronto llegó el saludo efusivo. En realidad ya se conocían. En 1960,
el 18 de enero para ser precisos, Katz había sido recibido en el Vaticano. Y ahora,
un año y medio después, gozando del delicioso tiempo reinante en octubre,
volvían a encontrarse mientras en Roma la Comisión Central pre-conciliar con el
gran cardenal Ottaviani a la cabeza trabajaba intensamente sobre los esquemas
que podrían haber salvado a la iglesia si no los hubieran descartado los
progresistas que coparon el Concilio.
Por supuesto, hubo atenciones. Un brunch
sugestivo, Vino, quesos, miel……. Horas después estaba sellado el pacto. Los judíos,
que controlan la mayoría de los medios
de comunicación –agencias de noticias,
cadenas periodísticas, estaciones de
radio y televisión, y empresas cinematográficas – guardarían compostura ante el
Concilio, es decir no lo combatirían. ¿Y la Iglesia? Ah…. La Iglesia… El
purpurado asentía en nombre de Ella con gesto triunfalista y despreocupado.
Estaba,
parecía estarlo, absolutamente convencido de que una nueva Iglesia surgiría en
Roma. Se llamaría “Iglesia Conciliar”. Como en efecto así la llaman. Su
Eminencia Mons. Benelli y muchos prelados pos-conciliares. Quizá llegaba a la
mente o al corazón del cardenal Bea el Magisterio de diecinueve siglos, pero
las palabras de los Papas rebotaban ante su endurecida actitud ¿Los masones
judíos exigían la mal llamada ¿libertad religiosa? ¡Aprobado! Cierto que esto
implicaba el triunfo de los librepensadores que rechazan todo dogma en tanto la
religión católica es esencialmente dogma. Pero ese era el precio que había que
pagar. Es posible que el cardenal Bea recordara que Gregorio XVI había llamado
“delirio “a esa “libertad de perdición”
En todo caso logró controlar su conciencia. Después de esto aceptar los
Derechos del Hombre le fue más fácil. Como dice el refrán. “Muerto por mil,
muerto por mil quinientos “.
Claro que Pio VI condeno los “Derechos del hombre”
en su encíclica. ”Adeo nota” pero
eso fue en 1791….y para los padres conciliares modernistas y liberales hay que
ir al compás de los tiempos, aunque las afirmaciones papales sobre estas
materias tengan en muchos casos el carácter de infalibles y permanentes, según
lo de –nuestra Michel Martin en “El
Vaticano y los errores liberales” (Roma, N° 63-64). Por algo durante el Concilio
se esquivaron las encíclicas “Mirari
vos” de Gregorio XVI y “Quanta cura”
y el “Syllabus” de Pio IX.
El brunch parecía inacabable. Más vino, más
queso, más miel….
Faltaba algo muy importante que la Iglesia se
comprometiera a rechazar el antisemitismo y a segar algunos textos
tradicionalmente duros aunque veraces y, en todo caso, a no insistir en lo de
“pueblo deicida”. ¿Pueblo deicida” ¿Eso nomas? ¡Trato cerrado! Un último sorbo,
el del estribo, y las gruesas alfombras apagaron las pisadas del cardenal al
retirarse del Waldorf-Astoria. Pero de cada rincón salía el eco mal amortiguado
de la Palabra: “Vosotros sois hijos del diablo” (Juan, 8,45). ! La primera
traición estaba consumada! ¿Y las seis bulas papales condenando a la masonería
donde se prohíbe terminantemente pertenecer a las logias? Ah… eso pertenecía al
pasado…. Y en el nuevo Código Canónico se suprimirá la excomunión. Asunto terminado.
Amarrarse
los cinturones.
La frase acostumbrada de las azafatas
resonó monocorde en el avión
que conducía el cardenal Bea
rumbo a Ginebra. En el aeropuerto lo esperaban los suyos y los ajenos, conciliares y
protestantes. Y había que ceñirse, como exige el Señor a quienes se le
enfrenta. (Job, 38). El viajero debió palparse
discretamente la correa y la ajustó al máximo. Porque lo que iba
hacer en Ginebra era nada menos que enfrentarse con Dios. 1962, año del Concilio Vaticano II.
Los acontecimientos se precipitaban.
Había que resolver el problema del ecumenismo
mediante el acercamiento a los “hermanos separados” (herejes y cismáticos, según la
tradición). Behar creía que la iglesia
debía de ser abierta, porosa, receptiva, amnésica, infiel. El presidente del
secretariado para la unidad de los cristianos
quizás estaba persuadido de obrar
bien, pero después de lo de Nueva York,
en el año precedente, parece difícil de imaginarlo siguiera.
La reunión con los jerarcas del Consejo Mundial de las Iglesias, que agrupa a protestantes de
diverso pelaje, tuvo un resultado
definido: los protestantes
colaborarían con el Concilio y en las reformas que de él surgieran. y Roma se avenía a
modificar todo aquello que en su
constitución, en su liturgia, en sus
leyes, fuera contrario al espíritu protestante. Total una significativa
retractación católica. El concilio de Trento, la lucha de la iglesia contra la reforma, las
condenas a Lutero, Calvino, Cranmer, Zwinglio,
etc. todo tendría que ser revisado. Otra vez esta suerte de computadora que todos tenemos en el cerebro
debió tocarle a Behar timbres de alarma. Lutero habría aparecido en la pantalla imaginativa vociferando su odio a la iglesia.
“cuando la misa sea trastornada estoy convencido que habremos trastornado todo el papismo… Yo declaro que todos los prostíbulos, los homicidios,
los hurtos, los asesinatos y los adulterios son menos malvados que aquella abominación que es la Misa papista. ¿Qué sentiría el cardenal
al recordar estas palabras?
No lo
sabemos, pero no alcanzaron a detenerlo.
La mente le seguiría pasando otros textos, como este de San Pio V. ”En
virtud de nuestra Autoridad Apostólica, nos concedemos y acordamos que este mismo Misal podrá ser
seguido en totalidad de la misa cantada o leída en todas las iglesias, sin ningún escrúpulo de conciencia
y sin temor de incurrir en ningún castigo, condenación o censura y que
podrá válidamente usarse, libre y lícitamente
y esto a perpetuidad .
Y de una manera análoga, nos hemos
decidido y declarado que (…) jamás
nadie, quienquiera que sea, podrá ser contrariado o forzado
a cambiar de misal o a anular la
presente instrucción o a modificarla, sino que ella
estará siempre valida y con fuerza de ley “ (bula Quo Primum tempore).
Finalmente el cardenal Bea acepto en nombre de la iglesia conciliar todo lo exigido por los protestantes. El lago Léman le invitaba al sueño eterno, pero resolvió
volver a Roma. ¡La segunda traición era una abrumadora realidad!
Los Popes
Rojos
Paralelamente a las actividades relatadas,
otro prelado, Mons. Willebrands, holandés secretario del cardenal Bea y posteriormente cardenal de la iglesia conciliar, iniciaba contactos en Paris,
durante el mismo año de 1962, con el
obispo ortodoxo Nikodim, hombre de la KGB. Quien más tarde
moriría en audiencia con el Papa
Juan Pablo I.
Willebrands debía obtener el concurso del patriarcado ortodoxo ruso y el envió de una delegación a Roma. Por cierto la iglesia (con minúscula)
ortodoxa soviética es una farsa de principio a fin. Fue creada por el padrecito
Stalin cuando lo considero necesario
como maniobra publicitaria para hacer bajar la guardia a Occidente. Como la mayoría de los auténticos popes o sacerdotes ortodoxos había sido asesinada,
apresada o deportada, recurriendo a un pelele, le pusieron barba y sotana
y lo declararon [patriarca]. El tal
patriarca Alexéi de Moscú se llamaba en realidad Rubín Y era un judío
de Odesa (Ucrania) que juro
lealtad al Kremlin. Precisamente en Ucrania desde 1945 a 1950 – según el
vaticano- más de 3,600 sacerdotes habían
sido muertos y 1,000 iglesias o
capillas clausuradas o arrasadas. La
nueva {iglesia} creo su escuela o
{seminario para preparar curas al servicio del pueblo}.
La reacción soviética no fue al comienzo muy positiva. Entonces Mons. Willebrands se
vistió de hombre de negocios y voló
disfrazado a Moscú para continuar
las conversaciones. El periodista católico Gregory Mac Donald ha publicado un interesante artículo
en la revista inglesa Appoaches,
cuyo texto aparece reproducido en SI
SI NO NO, Boletín de centro de estudios Antimodernista San Pio X, N* 21,que se edita
en Italia. Aquí se revela el itinerario
de la operación rábano.
Los socios
del Kremlin respondieron {No, eso
es imposible, porque corremos el riesgo
de ser condenados por el
concilio} willebrands insistió. El
cardenal Bea no le perdonaría un fracaso. Así surgió la condición impuesta
por Moscú, que el Concilio no
condenaría al comunismo. Pero el
concilio ya esta baja en funciones.
Había que actuar rápidamente porque Mons. Marcel Lefebvre juntos con otros cuatrocientos cincuentas padres conciliares
preparaba una propuesta para condenar
expresamente al comunismo.
Willebrands debió sentir que la ropa de
seglar le incomodaba. No es lo mismo
vestir como prelado que como hombre de negocios ¡y qué negocio! Acepto la
exigencia. En su libro {Pope John} Juan Balducci es claro las explicitas
garantías dadas al gobierno soviético y al patriarca de que en el concilio el espíritu
político no encontraría expresión
sellaron el pacto. Para Hales en {Vaticano II, primera sesión} la frase
empleada por el Papa Juan XXIII y trasmitido por Willebrands fue: {No se
suscitaran ocasiones de polémica acerca del comunismo}. Era la tercera
traición! ¿Y las enfáticas condenas del Magisterio de la Iglesia? ¿Y la
encíclica {Divini Redemptoris} de Pio XI, ¿cómo quedaban? Oh, no había
problema. Pio XI {esta superado}…
Willebrands dejo Moscú el 2 de octubre. El 4 de ese mes el cardenal
Bea cursó formal invitación cablegráfica al patriarcado ortodoxo
soviético a fin de que enviase
observadores al concilio.
El
sínodo ortodoxo, que se auto titula {santo}, decidió el 10 acceder a la
invitación. Roma fue informada el
11 y el arzobispo Berejov y el
archimandrita Kotliarov llegaron al Vaticano el 12 de octubre.
Lo más grave
no son los tres pactos sino el cumplimiento de los mismos. El Concilio, controlado por liberales,
masones y progresistas, aprobó la
libertad religiosa, una nueva liturgia que en 1969. Se convirtió en la misa protestantizada actual, y guardo
bajo siete llaves la condena al
comunismo. La capitulación ante el
Kremlin explica también el fracaso de la
propuesta suscrita por 510 padres conciliares,
de 76 países, para que el Sumo
Pontífice, juntos con todos los obispos, consagrara Rusia al Inmaculado
Corazón de Maria, tal como lo tiene pedido
la Virgen de Fátima desde 1917.
Ahora sabemos lo que significa TRAICION A LA IGLESIA.
FUENTE: PARTE DE GUERRA, JULIO
VARGAS PRADA.